Camino Zabaleta docente, para The Silver Bunch. Por Amaia Valdemoros
A.V. Arrancamos esta entrevista invitándote a contemplar el presente. ¿Cómo es tu mirada en este momento de tu vida? ¿Se han producido cambios en tu visión de las cosas? ¿Es el entorno el que está cambiando?
C.Z. Me ha encantado toda la vida hacer retos, proyectos, me he metido en muchos fangos. Pero ahora tengo una visión menos impaciente, más sosegada y mucho más reflexiva. Una vez acabada la fase de la crianza y de afianzarte laboralmente te quitas esa mochila. Pero no cambia el entorno, la que cambio soy yo. He dejado de mirar tanto el tema de la educación de mis hijos y esa responsabilidad que tienes también en lo laboral para llegar donde quieres. Ahora estoy mucho más tranquila, pero igualmente ilusionada y llena de proyectos.
A.V. Viajemos un poco en el tiempo y vayamos al pasado. Justo al punto donde comenzabas, con ilusión, el camino que te iba a preparar para ser la docente comprometida que eres hoy. ¿Qué te dirías desde la experiencia que has ido adquiriendo?
C.Z. Le diría muchísimas cosas. Yo llegué con muchísima formación técnica. Me parecía que para ser buena docente debía tener una competencia técnica perfecta. A esa Camino le diría que esa es una pequeña parte de la formación. Le diría que “menos saber hacer y mucho más saber estar”. En la docencia tratas con personas influenciables. Y les decimos que hay que saber: saber estar y saber ser. Tener los conocimientos adecuados para poder afrontar lo que sea. Yo he adquirido mucho conocimiento por el feedback que me han dado. He aprendido que una de las cosas que más llega es preocuparte por ellos y entre comillas quererlos. Y desde ahí, da igual el estilo que tengas. Porque es muy fácil decir que no estudian, pero ¿Qué estoy haciendo yo y qué te estoy transmitiendo?
Por eso a la Camino que empezó hace 25 años le diría: menos formación y más buscar tu propio autoconocimiento para ayudar a que ellos lleguen a ese “saber estar”.
A.V. Continuamos nuestro viaje, pero avanzando un poco más en el tiempo. Como dijo alguien, el futuro ya está aquí. Rodeada en tu día a día de jóvenes hiperconectados, ¿Cómo vives la revolución tecnológica en la que estamos? ¿Te ves, por ejemplo, dando clase en un entorno inmersivo?
C.Z. Tengo buen nivel de usuario y aplicamos mucho la tecnología desde la pandemia, las herramientas tecnológicas ayudan mucho a la docencia. Pero lo que está llegando ahora, la realidad virtual, la aumentada y ahora la inteligencia artificial me produce un poco de inseguridad. Pero no me quiero quedar atrás, porque tienes que estar activa físicamente e intelectualmente. Yo lo tengo que experimentar aunque sienta inseguridad. Me pregunto a dónde llegaremos, sobre todo con la inteligencia artificial, ahora que está en un despliegue tan grande. Sobre las nuevas perspectivas en metodologías, el último año que esté yo en el centro nos darán la formación y yo la realizaré. No me quedaré atrás.
A.V. Este mini paseo por el tiempo nos ha servido de excusa para conocerte un poquito y así entrar en materia de este proyecto que nos ocupa. Dicen que somos silver a partir de los 55 años. Aunque, como nos gusta decir en The Silver Bunch, antes de esa edad ya lo somos “en construcción”. ¿Qué significa para ti el concepto silver?
C.Z. He tenido que investigar porque no sabía muy bien qué era el concepto silver y me he sentido muy reflejada. Yo creo que las personas que nos sentimos más jóvenes de lo que somos. Yo desde luego me siento más joven de lo que biológicamente soy. Cuando me duele la espalda es cuando recuerdo que soy silver. Pero no en ganas, en emociones, en emprender retos nuevos. Me queda poco de vida laboral y ya estoy pensando qué voy a hacer después, algo que me llene, porque hay que tener proyectos. Voy a poder tener el tiempo y, económicamente, la suerte de poder abordar cosas que igual cuando tenía 30 años no podía. Haré un tanteo de algunas cosas para saber en qué me puedo centrar. Pero no tengo ansiedad por jubilarme. Silver me parece una palabra bonita, la verdad. Y no sabía que yo respondía tan bien a esa definición.
A.V. Desde tu perspectiva, opinión y experiencia, ¿crees que la condición de silver se construye y se vive diferente en el medio rural? ¿El entorno (pueblo o ciudad) es determinante en el proceso?
C.Z. No me había parado a pensarlo. Vivo en un pueblo hace treinta y tantos años. En la época de formación de mis hijos sí que eché en falta ciertas cosas de las ciudades. Pero ahora, como dispongo de movilidad en coche no me veo limitada. Si no pudiese conducir sería un gran problema. Porque creo que los pueblos en ciertas cuestiones estamos un poco limitadas, sobre todo en el tema de salir y de oferta de ocio. Pero por otro lado, también creo que la oferta hacia los silver es cada vez mayor. Como somos grandes consumidores, ¿no? Pero sí que es una realidad que los pueblos tenemos una oferta básica que, hoy por hoy, a mí me cubre.
A.V. Hay personas que piensan “cuando tenga tal edad”, “cuando me jubile”, etc. Es como postergar proyectos o sueños para cuando se tenga más tiempo, más libertad… ¿Te pasa a ti?
C.Z. Yo estoy muy en el presente siempre, cada día más. Porque no sabemos lo que va a traer el futuro. Disfruto mucho del presente. Mi trabajo y mi vida me llenan, no tengo esa necesidad de decir “cuando me jubile…”, aunque dos años se pasan muy rápido y estoy en ello. Creo que estoy “en construcción” ahora. Pero sí sé que quiero hacer cosas diferentes, de otro tipo. Más personales y de una formación no formal, de otra manera.
A.V. En TSB también nos gusta dar un enfoque práctico a este tema, por eso solemos preguntar por el mercado. ¿Crees que se cubren las expectativas de los silver? ¿Echarías de menos algún producto o servicio?
C.Z. Pues no lo sé, no lo tengo claro. A veces echo de menos más conectividad. Quiero decir, mi mundo laboral me obliga a tener relaciones personales y a socializar muchísimo, claro. No me quiero quedar solo dando paseos con las amigas y amigos del pueblo, que son fantásticos. Mi vida me pide más porque no solamente me relaciono con alumnado, sino también con muchísimo profesor. Eso da una visión estupenda de la vida, así no te sientes el ombligo del mundo, que es una cosa que nos pasa a las personas en el pueblo. Entonces, me da un poco de miedo el que no me pudiera mover, porque los pueblos tienen un problema de desplazamiento terrible y un problema de ocio también. Es limitado. Hasta ahora no creo que me haga falta algo en especial porque lo que he querido lo he encontrado. Quizás la conectividad por el tema de internet, que a veces también es limitada. Creo desde las asociaciones de jubilados, que ofrecen muchísimas cosas, que se mueven mucho, organizan viajes. Pero todavía no lo planteo, no estoy en ese momento.
A.V. Me imagino el aula como una especie de prisma: te da la oportunidad de ver el mundo a través de múltiples ángulos y siempre mirando al futuro. ¿Cómo crees que tu labor como docente influye en cómo vives esta etapa de la vida?
C.Z. Con la edad tendemos a las verdades absolutas, a enrocarte en tu postura, al siempre y al nunca. Pero cuando lo ves desde el aula, donde cada vez el perfil de alumnado es diferente, mucho más amplio, es un abanico grande que en el centro público se nota un montón y enriquece mucho. Intento en esta fase de mi vida no decir nunca siempre, que es una cosa que se ha dicho mucho en las aulas y esto no lleva a ningún buen puerto. Me lo aplico, porque es que si no siento que estoy limitando mi vida.
La vivencia docente te ayuda a eso: hay cosas que no entiendo, pero también acepto que no lo entienda. Siempre es gente nueva, diferentes opciones, diferentes familias, diferentes creencias. Y ves que las cosas funcionan. Los docentes tenemos una ventana muy grande. Además en Formación Profesional estamos formando a trabajadores de un futuro cambiante.
Y he aprendido que, como físicamente se va notando el cansancio, yo voy a hacer ese esfuerzo de no limitarme y enrocarme en lo mío. Porque las cosas no son solo de una manera.
A.V. En The Silver Bunch entendemos la transferencia de conocimiento entre generaciones como un elemento necesario al que hay que darle “un par de vueltas”. Desde tu amplia experiencia con los estudiantes, ¿Cuál sería el contexto y formato ideal para que ese trasvase se realice de forma bidireccional?
C.Z. Desde la experiencia de docencia, lo que mejor funciona es hablar: mesas de trabajo, encuentros, etc. Aunque cuando pones a estudiantes y profesorado se establece cierta jerarquía. Entonces no se crea esa bidireccionalidad, los estudiantes se pueden sentir en condición de inferioridad. Yo que trabajo con aprendizaje colaborativo, lo que veo que funciona mejor es recoger el feedback, la entrevista: hablar. La presencialidad es un punto esencial para que esto funcione. Luego se podría recoger todo en formato podcast.
Aún así me parece complicado hacer que esas mesas de trabajo sean dinámicas y fluidas entre personas en las que hay diferentes estatus, habría que romper eso.
A.V. Por último nos encantaría que lanzases una idea, una reflexión o un proyecto (un deseo, si lo prefieres) que te apetezca compartir con otros silver.
C.Z. Voy a dejar una reflexión. A mí lo que más me preocupa es que no me aguante la salud. No hemos hablado de eso y creo que no se puede dejar de tocar ese punto. Porque de todo lo que hablamos, cuando a uno le falla la salud ya no se acuerda del proyecto, no se acuerda más que de lo que le pasa. En mi entorno ya están pasando muchísimas cosas y creo que es un punto al que hay que hacer referencia. Aunque me sienta todavía silver en construcción.
Mayo 2023.
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